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domingo, 20 de marzo de 2011

Rubeus Hagrid, el Guardabosques

-¡Donde diantres está la carta de ese repugnante colegio!- Espeto el tío August colorado de enojo, mientras revolvía cajones, papeles y papeles, luego de una semana de haberla “escondido”.
Audrey se le salió una risita y bajo la cabeza.
-Tú la tienes, ¿no es cierto?- La acuso señalándola con su regordete dedo.
-¿Cómo la tendría?, si tú me la quitaste.- Se defendió Audrey tranquila, quitando un mechón de cabello dorado de su rostro.
-Oh tú…
-Cariño, si dice que no la tiene, es cierto.- La defendió la tía Margaret preparando la cena.
-Yo no te creo nada, niñita tonta.- Le susurro luego entre dientes, sudado como siempre.
Ella puso los ojos en blanco y estaba a punto de decirle que sería mejor que se quitara ese traje o se asaría como un puerco, pero en eso… alguien toco la puerta con fuerza.
-Acaso no se fijan del timbre, santo cielo.- Se quejo el tío August con gesto de desaprobación.- Ve hijo, abre la puerta.
Carl se bajo con pereza de su silla y camino arrastrando sus huesudos pies hasta la puerta, se escucho un chillido segundos después.
-¡Pa-Pá!- Entrecorto el chico que parecía sin aliento, la tía Margaret dejo descansar el cucharon sobre la barra, el tío August deposito la taza de té sobre la mesa y Audrey se levanto de la silla para ver que ahora le pasaba a Carl.
Audrey también dejo escapar un agudo chillido al ver lo que estaba en el umbral de la entrada, un hombre… gigante, de verdad…. Era ancho, gordo y grande, con abundante cabello y barba oscura, pero opacada con muchas canas blancas, solo se podía ver sus ojos pequeñitos los cuales decían que estaba sonriendo, llevaba un largo abrigo de piel y grandes botas de cuero.
-Ah-Ah… ¿Quién es usted?- Se atrevió a preguntar la niña algo intimidada.
-Oh, tú debes ser Audrey, eres una niña muy linda.- Expreso sonriendo aun más, cálidamente.- Disculpen mi indiscreción, mi nombre en Rubeus Hagrid, guardabosques de Hogwarts.- Se presento acercándose a ella, extendiéndole su grande mano, incluso dos veces más grande que la del tío August.
Ella la estrecho dudosa, se sentía diminuta ante él, cuando en tío August lo vio en la sala de estar, le temblaron las piernas de miedo.
-Eh venido aquí por órdenes de la directora McGonagall, me ah avisado que no estabas al tanto de tú historia así que vine a orientarte, pero primero la gran pregunta… ¿te nos unirás este año a Hogwarts?- Le pregunto amablemente sin querer sentarse en el sofá ya que podía romperlo por su peso.
-Por supuesto que no, no dejare que se la lleve a ese horroroso lugar, no lo permitiré.- Enseguida intervino el tío August creyéndose valiente.
-¡Patrañas!, usted no sabe nada sobre Hogwarts, eh estado toda mi vida ahí, usted es un simple muggle.- Expresó el gigante en un gruñido, el tío August dio un paso atrás.
-Si quiero…- Todos se volvieron hacia ella.
-¡Sensacional!- Dijo Hagrid sonriendo abiertamente.
-¡No te lo permitiré!- Cuestiono el tío August colorado.
-¿Por qué siempre me tocan los locos?- Se pregunto Hagrid en voz alta.- No tiene derecho sobre una bruja, así que no espero su permiso, ni siquiera es pariente de ella… No me obligue a hacer algo que no quiero.- El tío August se encogió de hombros.
-Está bien, está bien… pero por favor, no me haga daño.
-Vaya fácil que es asustar un muggle en estos días, Ja.- Audrey no pudo evitar reír.- Salimos cuando estés lista pequeña, hay mucho por hacer…
La tía Margaret no protesto, todo lo contrario, ayudo a Audrey a hacer su baúl, sabía que ya no la podía detener y en el fondo de su corazón, le daba igual si se iba o no, serían menos discusiones cada día.
-Cuídate.- Fue lo único que le dijo en cuanto se despidió.
-Ahora, ¿a dónde vamos?- Pregunto Audrey con entusiasmo, cuando ya estaban caminando sin rumbo.
-Primero…- Metió su brazo en un bolso pequeño, revolvió y revolvió, para sacar de ahí… ¡Una lechuza color café!...- Esto siempre es efectivo, son difíciles de encontrar, sabes… tuve que conseguirme uno luego de regalárselo a un amigo.
Ella asintió lentamente para luego ver como sacaba una pluma y un pedazo de pergamino, escribió algo, lo ato a la pata de la lechuza y la soltó.
-A la directora McGonagall.- Le dijo sonriendo, el ave picoteo una vez y emprendió vuelo.- Ahora, tomemos un autobús a Londres.

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